Si alguna vez has participado en una mudanza caótica, multiplica esa experiencia por cientos de miles de personas, animales y pertenencias. Ahora imagina que todo esto ocurre en una sola noche, con el destino incierto y el cielo iluminado por una promesa divina. La travesía épica que marcó el inicio de una nueva era para el pueblo de Israel.
Si retomamos para nuestro afán de este tiempo, lo que involucró el movimiento de masas y sus pertenencias el día que nuestro Dios Todo Poderoso hizo salir al pueblo de las barras de opresión de Egipto, nos encantamos en aceptar su voluntad y nos gloriamos en el poderío de su palabra.
No sin antes deleitarnos en los detalles, la maratónica situación de acontecimientos que hizo que los egipcios expulsaran con gozo y temor al pueblo de Israel, sabiendo que fue promesa del señor cumplida:
Donde al mismo faraón le aconteció « E hizo llamar a Moisés y a Aarón de noche, y les dijo: Salid de en medio de mi pueblo vosotros y los hijos de Israel, e id, servid a Jehová, como habéis dicho. Tomad también vuestras ovejas y vuestras vacas, como habéis dicho, e idos; y bendecidme también a mí. Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos. Y llevó el pueblo su masa antes que se leudase, sus masas envueltas en sus sábanas sobre sus hombros. E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés, pidiendo de los egipcios alhajas de plata, y de oro, y vestidos. Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios.« (Éxodo 12:31-36)
En este punto nos detenemos un instante para tratar de dimensionar el volumen de bienes que con que el pueblo salió entre sus manos, hombros, carretas, animales y lomos, dando por sabido que fueron unos seiscientos mil hombres sin contar a los niños, además de multitud de gentes, ovejas y muchísimo ganado.
Si extrapoláramos lo ocurrido a nuestros tiempos, una persona promedio en sus pertenencias personales, entre ropa y accesorios ocupa un metro cúbico, bueno; una persona normal, no falta conocer la historia de la pobre viejecita que no tenía nada que ponerse y llenaba cientos de guardarropas dicho por los versos de Rafael Pombo, repito una persona normal. Estos nos haría pensar que fueron más de 900.000 metros cúbicos, entre hombres, mujeres y niños, sin contar los animales, al sol de hoy en promedio que se manejan camiones de mudanzas de aproximadamente 30 metros cúbicos de capacidad, tendríamos por la menos un aproximado de 30 mil camiones de mudanzas uno tras otro, ¿increíble cierto? Y aún más fue que el pueblo avanzó a pie, confiando en la providencia divina.
Si en Colombia rondamos con aproximaciones oficiales de un parque automotor de 300 mil unidades de camión tipo turbo furgón superior a 2 toneladas, necesitaríamos la disponibilidad del 10% de ese parque automotor, para tan siquiera pensar en ponerlos a disposición de tan faraónica mudanza. Sin mencionar a los camiones necesarios para el ganado y las personas, unos 45 mil camiones extras.

Es bien sabido que Nuestro Dios no apremia con más carga de la que podamos nosotros soportar, física y mucho menos espiritual, ese día de La Gran Mudanza, nos enseña el dejar el pasado atrás, con miras a ver el porvenir y que todo lo tenemos cubierto de la mano del Señor, siempre y cuando atendamos a sus palabras.
No faltó muchos días para que el pueblo sintiera sed y hambre y muchos renegaron contra el pastor y contra el que los envío, ya que de su premura en salir no estaban preparados del todo y no llevaron suficientes recursos para su camino en el desierto, “y les decían los hijos de Israel:, ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.” (Éxodo 16:3) Así que “Jehová anuncio a Moisés, Yo haré llover pan del cielo, y el pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de un día.» (Éxodo 16:4)
Una vez más el Señor dando una solución de distribución y logística majestuosa, ya que en cada día se repartía lo justo, el que recogía mucho no le sobraba y el que recogía poco no le faltaba, enseñándonos que de su mano poderosa lo tenemos todo aun sin merecerlo.